En la foto las Hnas. Javiera e Ignacia que han escuchado el llamado de Dios Padre a la vida consagrada. Cada encuentro de Madrugadores tiene sentido cuando en el primer misterio del Rosario le pedimos a María Madre que las proteja con su manto en el camino que han optado.
Y no son la excepción porque están los que día a día deben uniformarse para ir a los colegios o liceos aceptando las reglas que imponemos los adultos, muchas veces lejanos a ellos. Están los que han elegido estudiar una carrera en las instituciones de educación superior con dedicación y no menos sacrificios, por estar lejos de su hogar y los siempre escasos recursos. También, he sabido que el cupo para el contingente al Servicio Militar Obligatorio se ha completado con postulantes voluntarios que han decidido libremente recibir esa formación rigurosa.
Mención aparte para los jóvenes profesionales que inician sus pasos en el mundo laboral y deben aceptar condiciones de trabajo mínimos, “para hacerse carrera”. En la nueva economía la educación es parte de la emergente industria de papel, con carreras que no garantizan ocupación laboral o que simplemente obliga a emplearse en lo que sea.
Todos ellos son parte de nuestras vidas y reciben lo que nosotros los adultos les hemos entregado. Reconozcamos el valor del aporte que ellos hacen a nuestro crecimiento como personas y sabemos que los tiempos que ellos viven les otorgan ventajas en acceso a la información, libertades que les permiten ser más creativos y siempre más sensibles al amor.
El Cristo, al cual reconocemos como el estilo de vida a seguir, es el joven por excelencia. Obediente al Padre, cuenta siempre con la presencia de su Madre, buen amigo, consejero por sobre todo y modelo del amor verdadero.
A mi amigo Tomás.
Santiago Cejas